La eficiencia de la Equinoterapia como método terapéutico responde a numerosos factores. Pero lo cierto es que hay uno solo que realmente marca la diferencia: y es que son los caballos los verdaderos terapeutas. ¿Y por qué eso marca la diferencia? Acá te mostramos algunos de los motivos:
Sin prejuicios e imparciales: los caballos reaccionan solo al comportamiento y las emociones del paciente y no están sesgados por la apariencia física, sus defectos, su discapacidad, trastorno o los errores del pasado. Los pacientes describen esto como crucial para la terapia y ayuda a aumentar la autoestima y la confianza en sí mismos.
Retroalimentación y reflejo: su naturaleza como animal de presa y rebaño los hace hipervigilantes y sensibles, lo que los convierte en observadores entusiastas. Esto significa que les ofrece el caballo se proporciona antes y de manera más consistente que con un terapeuta humano.
El caballo tiene una tendencia innata a reflejar el comportamiento del paciente, los movimientos físicos y las emociones, lo que ayuda al jinete a ser más consciente de sí mismo. Permite a los pacientes «sentirse y sentirlo».
Metáfora para la vida real: la posibilidad que tiene el equinoterapeuta para usar el caballo como una metáfora para otros problemas ayuda a que la equinoterapia sea aplicable a los problemas de la vida real. Por ejemplo, con problemas de alimentación, de ansiedad, de depresión, de baja autoestima, de falta de sociabilización…
En definitiva, los caballos no diferencian ni discriminan, no juzgan, no necesitan hablar para relacionarse, saben esperar, reconocen el cariño y lo retribuyen. ¿Qué más se puede pedir de un terapeuta?